¿Sabías que las cucarachas tienen olor? Y este olor característico tiene una función: lo usan para comunicarse con sus compañeras, avisando sobre la presencia de comida, peligros y también para encontrar parejas para reproducirse. Pero no todas las personas perciben este olor desagradable, ¡y la respuesta podría estar en el ADN!
El olor de las cucarachas contiene una sustancia química llamada trimetilamina (TMA). Y nosotros tenemos un gen específico que codifica un receptor capaz de identificar este compuesto.
Sin embargo, algunas personas tienen una mutación genética en este gen. Esta variación lo inactiva y, en consecuencia, las imposibilita de percibir esta sustancia en el aire. Por eso no consiguen percibir el olor de las cucarachas.
La relación del ADN con las percepciones de olor y sabor
Además del desagradable olor de las cucarachas, estudios científicos demuestran que la percepción tanto de olores como de sabores puede variar de persona a persona, influenciada por la genética. Esto significa que el ADN juega un papel importante en cómo las personas perciben los olores y sabores, y son diversos los genes que tienen esta función.
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La capacidad para detectar fragancias florales es un ejemplo de esto. Algunas personas pueden tener una mayor sensibilidad a la beta ionona, un aroma floral utilizado en diversos productos, como chocolates, bebidas, productos de limpieza doméstica y de higiene personal.
Además de los factores ambientales, algunos factores genéticos también pueden determinar la intensidad de la percepción y las experiencias y emociones relacionadas con la fragancia floral. Destaca el gen OR5A1, ubicado en el cromosoma 11, que presenta proteínas receptoras olfativas. Variaciones en este gen han sido asociadas con una mayor sensibilidad a la beta ionona.
Otro ejemplo de cómo la genética influye en nuestras percepciones es la sensibilidad al sabor amargo. ¡Esta característica está presente en el Panel You de Genera! El gen TAS2R38, ubicado en el cromosoma 7, es responsable de detectar compuestos amargos a través de los receptores gustativos presentes en la lengua. Variaciones en este gen pueden hacer que algunas personas no perciban ciertos tipos de sabores amargos.
Aproximadamente el 25% de las personas no pueden percibir el sabor de la sustancia amarga llamada feniltiocarbamida (PTC), presente en alimentos como rúcula, berro, brócoli y en bebidas como agua tónica, café y cervezas oscuras. Para aquellos que tienen esta variación en su genética, los alimentos y bebidas que contienen feniltiocarbamida parecen ser menos amargos y, por lo tanto, más sabrosos.